15 junio 2006

EL AJEDREZ EN LA PLAZA DE ARMAS

EL AJEDREZ EN LA PLAZA DE ARMAS: UN ESPACIO LUDICO Y RITUAL(Poesia de Sergio Burgos) La plaza de armas La Plaza de Armas, el centro político y cívico de la ciudad de Santiago, se ubica entre las calles Merced, Monjitas, Ahumada y Estado. En general, su aspecto físico se conforma como un cuadrante, tal y como un tablero de ajedrez. En su interior, las líneas y elementos se estructuran de forma asimétrica, en donde las zonas de pastos, piletas y paseos peatonales se asientan con lineamientos curvos, con la propia lógica que su creador tuvo cuando la construyo o hermoseo. En una mirada de conjunto, se aprecia que en su centro se conglomeran los árboles que en verano cobijan a los peatones que transitan o se detienen en este lugar. En este cuadrante se manifiesta todo el que hacer cívico de la ciudad, encontrándose alrededor de ella edificios patrimoniales e históricos de una alta significación cultural y tradicional del casco antiguo y residencial de Santiago: el Correo Nacional, la Catedral, el portal Fernández Concha, entre otros. Todo en su conjunto, interviene y contextualiza el paisaje humano que se hace presente en este lugar, un gran tablero del ajedrez social. En el interior de esta Plaza se ubica una construcción similar a una cúpula, cuyo nombre es Odeon. Este lugar lo administra la Municipalidad de Santiago, que conservando el carácter público, brinda servicio a la comunidad. En este lugar se desarrollan distintas actividades culturales, artísticas y lúdicas. Los domingo por la tarde toca música el Orfeon de Carabineros, los días Jueves es utilizada por la Orquesta Municipal, entre las 18:30 Y 19:30, los Lunes y Sábados en la mañana, en este lugar, es ocupado por la Cruz Roja hasta las 15:00 hrs. aproximadamente. ¿Qué sucede en el Odeon cuando no se ocupa para las actividades antes mencionadas?. Un Club de Ajedrez, cuyo nombre para nosotros no tiene relevancia, y sus miembros se reúnen en este lugar. Esta organización se instaló allí con el permiso de la Municipalidad hace mas o menos tres años (1990), desarrollando actividades actividades lúdicas en su interior, y con una normatividad excluyente y de cuerpo, en donde no es permitido el uso de los tableros de ajedrez a quienes no tengan la calidad de socios que tengan sus cuotas al día. El presente trabajo esta bosquejado en función de lo que ocurre en este lugar en aquellas “largas jornadas” de juegos ajedresístico, que se desarrollan permanentemente allí, edificando una sociedad lúdica entre sus participantes. En el desarrollo de la presente reflexión se deben tener dos consideraciones. La primera, es que se realizó una observación de segundo orden, por la dificultad de establecer contactos con los participantes pues estos o están jugando o está/n concentrados en una partida; y segundo, es que tanto jugadores como observadores sólo van de paso y se detienen en el lugar, entre dirigencias y tránsitos de la ciudad, o en el mejor de los casos, asisten en horario de colaciones. Por esta razón, la mirada etnográfica es de los que sucede en el transcurso de un partido de ajedrez, de sus jugadores y de sus observadores, enmarcando en un espacio ritual lúdico llamado Odeon.
Malditos los límites que encierran los juegos, la estrategia, el sondeo y el egoísmo de cada movida. En cada competencia esta el jerarca arrinconado y protegido, bebiendo el tiempos de los súbditos aniquilados sin tiempo, sin estrellas ni llantos ni tumbas.
El Odeón se encuentra en el sector sur de la Plaza de Armas, a pasos de la calle Merced, frente al número 960 de la misma. Este lugar tiene la forma de un semi circulo, cuyo lado recto se prolonga hacia el norte unos 5 metros aproximadamente. Por el lado sur del mismo, la parte semicircular se recorre a pie 32 pasos exactamente, fileteado un pequeño jardín de 1,5 mt, alrededor de toda la curva, de escalera a escalera entre las cuales, por su lado recto se ubica una bodega subterránea en donde se guardan los implementos para el cuidado de la Pza. de Armas. Su piso y soporte se encuentra elevado a 1,5 mt. de altura del plano de la Plaza. Es de madera color café, contando con tres niveles en su interior de igual largo. Existen dos accesos al Odeon por los cuales obligadamente, y esto es obvio, a través de dos escaleras de 1,5mt. de ancho aprox., donde cada una consta de 6 escalones. Estas escaleras se ubican a los lados Este y Oeste del respectivo lugar, en la parte recta del Odeon. Dichas escaleras tienen una reja verde que lucen iconos decorativos de fierro. Alrededor del Odeon, desde su soporte (el piso) hacia arriba, hasta 1 mt. de altura, se encuentra una baranda de cemento color claro, que consta en su estructura con pequeños pilares un tanto circulares. En el costado recto de esta estructura arquitectonica, se ubican dos maceteros de fierro forjado del mismo color que las rejas verdes que bordean las escaleras. En cambio, en el sector circular sobre la baranda se ubican 6 pilares circulares que suben hasta el cielo desde la base de esta estructura. En el sector recto antes descrito se cuentan 4 pilares cuadrados que al igual que los anteriores sostienen su cielo. El cielo es semiconcavo, en el que se puede observar una hilera curva de 18 ampolletas que va fileteando la parte mas exterior del semicirculo, las cuales apuntan hacia abajo y centro de este lugar, permitiendo su iluminación cuando la luz natural se diluye entre las sobras de los edificios en las tardes de la ciudad. A estas 16 ampolletas se le suman 14 ampolletas más, que desfilan en línea recta, dividiendo el lugar en dos, hacia el sur la parte semi circular y hacia el norte un rectángulo (prolongación del costado recto del anterior semicirculo descrito). En el interior del Odeon se ubican 4 mesas cada una de las cuales consta de 5 tableros de ajedrez pintadas e impregnadas en las mismas. Otras 4 mesas se encontraban encadenadas en el costado sur. La superficie de cada mesa tiene una textura suave, de cholguan.
El espacio ritual Acaso tirita la mano del jugador al perder un peón oblicuo y cabezón. Acaso su mirada arde de ira y maldice al monarca. Acaso puede revelarse y correr por su vida Acaso le queda honor si muere, sí su voz enmudece y lánguidos sus brazos sueltan el arma­
Se debe señalar que el juego de ajedrez es sólo un juego más, como puede ser la dama, el dudo o las cartas. Lo que lo hace distinto, y es lo que convoca nuestra atención, es que éste se desarrolla, antes que nada, en el espacio público y urbano. El sólo hecho que se desarrolle ante miradas atónicas de las personas que frecuentan el centro de la capital, le da a este juego, y no en su aspecto físico sino que al conglomerado que participa de él, un carácter distintivo y especial, pues el mismo personaje que observa distraídamente desde un rincón una partida de ajedrez, es también cómplice del ajedrez social que se desarrolla en este lugar. La primera impresión que se tiene al llegar e introducirse a este espacio es especial. Se respira un aire distintivo, muy diferente al que respira el individuo que cruza en diagonal por la Plaza, del que espera micro en la esquina, del viejo que lee el diario o del artista que vende sus cuadros. Estos, sólo miran desde sus lugares de observación, a un grupo de hombres agrupados jugando y observando. Posiblemente, si se les preguntara, más de uno pensará que "allí juegan los jubilados" o que son personas que están “matando el tiempo de sus propias vidas” o más aún ni sepan ni les importe lo que sucede en este lugar que concentra nuestra atención. Saber de sus veredictos es segundario. En defensa de este juego, hay que decir que nadie sabrá nunca lo que se conjuga en este lugar sin subir cinco escalones, detenerse, he introducirse en este pequeño mundo, observar, y respirar de este ambiente, ver a sus jugadores, lo gestos faciales, el movimiento de sus manos o escuchar como se desquebrajan las uñas entre los dientes. El sólo hecho de hacer ingreso a este lugar, provoca. Se respira lo sacro, es aventurarse en otro mundo y otro tiempo. Aunque se escuchen relojes y observen jugadores apurados moviendo sus piezas, el espacio entrega un paréntesis permanente pero con un horario de tiempo demarcado. A este espacio ritual acuden un abanico de personas, donde no sólo todos son diferentes en su aspecto físico, si no que también en sus potencialidades ajedresistas, siendo el sexo lo único compartido y homogéneo. Se puede decir con certeza de que allí sólo asisten hombres, que participan ya sea en el juego del tablero o de la doble mirada de la observación, ver como el otro mira, y descubrir e interpretar. En un matutino del día se leía, con letras violetas el siguiente titular:"es un juego solo para hombres” ; y a un costado del reverso de la pagina, al lado de los avisos económicos decía: "mujeres reclaman ajedrez para todas”.
Frente a frente De verdad el crimen es solicitud de poder y aniquilamiento, zozobra de misericordia y desborde de pisadas quizás la rebelión a eso sea lo único que se castiga. El juego ama a la violencia la humillación el calor de la cólera.
En el interior del Odeon se respira silencio, cada mente vuela en cada una de la mesas, cada cuadrado es un juego, no sólo los jugadores piensan si no que todos comparten de una u otra manera los mismo pensamientos, o creen al menos interpretarlo. Los gladiadores rinden examen ante el público con sed de juicios y ante sí mismo cada uno se rinde a sus posibilidades. Histriónico y sensible es este juego en este espacio lúdico, pero que a la vez también es serio; dualidad contradictoria pero necesaria, es parte de lo sagrado y de lo profano, del blanco y negro, de dos mentes frente a frente, en fin, dos elementos que se unen para crear uno, el origen de lo nuevo. Cada juego es diferente a otro. Si Kant relacionó el juego estrechamente con el arte y la estética, no se equivocó, en el ajedrez se vive el equilibrio y el equilibrio es hermoso. En la partida misma se puede apreciar, entre las miradas atentas del público que asiste a este espectáculo, que ellos mismos no sólo son observadores si no que también activos participantes del mismo espectáculo. Por supuesto no todos lo partidos que se llevan a cabo tienen el mismo marco de espectadores, algunas veces en una sola partida puede agrupar a hasta 20 personas. Cada jugada va acompañada de un sonido que cada vez va siendo escuchado en un lapso menor, ese sonido es un doble reloj que mide la rapidez mental del jugador, y puede ser finalmente el verdugo que de fin y derrote a uno de los participantes. Llama la atención la dualidad que existe fuera del cuadrante compuesto por 64 celdas blancas y negras: la derecha y la izquierda. Esto se refleja en como la posición del medidor de tiempo ritual va variando de posición partido tras partido, en cada final, en cada término de un partido, se pasea el reloj de un lado para otro lado. No veo por ninguna parte, que ese movimiento, que parece tan ajeno al juego mismo, no tenga su funcionalidad ritual, la cual es sin duda el lograr el equilibrio del gasto de energía de los participantes, representa la igualdad de condiciones para la confrontación (la mano derecha detiene el reloj al finalizar una Jugada; el otro ocupa su mano derecha; se cambia el partido se cambia de mano). En fin, saber que se inicia la partida en igualdad de condiciones, sin que exista ningún factor atenuante que ayude o perjudique a algún jugador.
Identidad y segregación Se alimenta de trofeos sudados y convulsivos, en el campo de juego( batalla oculta) Cada día es algo parecido. Cada meta pretende seducir al destino y ganar la partida. Cada estruendo mental satisfase el deseo de ganar el brazo vencido, la oreja y el rabo, a cama y la mujer, el hijo y su amor, el torbellino y el calor de fragua, ardiendo.
Se hace necesario aclarar que no todos juegan con reloj en sus partidas, pues este se reserva para a aquellos que presentan un nivel de juego un tanto superior, declarando una clara estructura jerárquica en el interior de este grupo, en donde el status se gana con tiempo y paciencia, pero especialmente con un buen desempeño. Muchos de los observadores, no sólo manifiestan complaciencia al ver un entretenido partido de jugadores de alto nivel si no que también esperan algunos una oportunidad de enfrentarse a uno de ellos y tener sólo la posibilidad de ganar algún prestigio. Pero esto da cuenta de cierto hermetismo, en cuanto no se juegan partidos con cualquiera que se siente frente de uno si no que existen reglas claras al respecto, que hacen que el juego sea más ameno. Así, se establece algo muy lógico y predecible que es el de jugar con sujetos de un mismo nivel porque si no, el juego pierde brillo, el gladiador simplemente se aburriría. Esto, ciertamente provoca una cierta división entre los buenos y los no tan buenos. En el interior de este grupo de ajedresistas de la Plaza de Armas, existe un espíritu de cuerpo como en cualquier grupo, que elevan en un sentido de identificación ese extraño “compartir algo", esa secreta complicidad que se siente en la identidad.
Diversidad y observación Te miento si te digo que me exita ganar. Ver a los débiles espectadores, adorar mis virtudes, gritar al cielo y ser por un segundo un Dios, en las manos de Dios.
Al acudir una tarde a este lugar observe llegar a un tipo de anteojos gruesos, cual San Pedro, con llaves sonoras en sus manos, cotona azul marino y un abundante bigote abundante que recuerda al de Mario Palestro. Es el encargado de atender el Odeon y a sus lúdicos participantes. Mientras ponía las mesas y las sillas, ya existían sujetos esperando dar inicio a sus preocupaciones de juego, con un diario bajo el codo o sentados en las barandas bajo la sombra de la incertidumbre observando algún punto fijo en el horizonte, o con un cigarrillo en la boca echando humo que se diluía en el aire. Faltaba poco para dar inicio a una nueva jornada, en donde llegarían los conocidos y los no tan conocidos. Al principio habían unas 6 personas que en el transcurso de media hora ya sumaban 26 persona sólo jugando, sin contar 21 sujetos parapetados en un juego. Me acerque a ese juego pues parecía por todo su contexto, muy interesante. Me fue difícil introducirme en ese tumulto, a pesar de mi altura, pues no es cómodo ver este tipo de juego sí no se tiene en el campo visual todo el tablero ya no se entendería nada. No faltaban cabezas que tapaban algún ángulo del tablero, por lo que decidí observar a los sujetos y de como observaban. Observe de todo. Gente de terno y corbata, de camisa, polera o short, jóvenes y viejos, en fin una multicidad de personas que compartían algo en común, reflejado en sus ojos, concentrados en cada pieza y jugada, en cada gesto y mirada.
Batalla ritual Si vieres sus ojos avarientos de sangre, en un minuto incondicional, al otro bebiendo de mis heridas, de mis lamentos. SI vieras al odiado por años, Bendecidos por multitudes Y al olvidado Encumbrado en estatuas. Si vieras el veneno del triunfo Y el alivio del fracasado.
Son dos reyes los que se sientan en sus tronos de madera verde, se presentan frente a frente con sus ejércitos, sus miradas no se cruzan si no al principio y al final de la partida, como si en ese lapso en que se llevo a cabo el juego no transcurre más tiempo del que ellos esperan pues el tiempo desaparece. Se abstraen en la defensa de su Rey que no es sólo él mismo, pues esa miserable pieza de plástico no reciclable esta cargado de significado, y más aún de energía pura. Aquí el Rey no debe morir, ese es el fin de la victoria, en cambio el rey del frente es ajeno a uno mismo, ese debe sufrir las consecuencias de la táctica y de la estrategia que se incursionan en el mismo juego. El Rey es hombre y la dama lo proteje; el Rey es un falo contradictorio que lleva la cruz en la corona, con la cual observa a sus súbditos tanto en la mesa de juego como en la misma vida, y porque no decirlo, los mismos espectadores. Al principio supuse que no había diferencia entre este juego y otros juegos. Pero ahora rectifico. El ajedrez es homologable al juego de la vida, tiene muchas más implicancias y consecuencias que la de ser un simple juego de entretención, pues es un texto social un teatro en miniatura. La vida del hombre es matemática, en tanto posibilidades y sus cuentas, en donde el calculo de los gestos y palabras, son jugada y apuestas de la vida, son imprescindible para vivir. Diaramente, en búsqueda de nuestros fines, hacemos jugadas pensadas para el desenvolvimiento de nuestra persona, sacrificamos peones para obtener un triunfo parcial, retrocedemos con tranquilidad y mesura cuando nos sentimos amenazados, hacemos creer al otro una intención cuando tenemos otra. Al igual que el lenguaje, el ajedrez participa de la regla, vivimos con las reglas claras para tener un buen desenvolvimiento en la vida, reglas que no pueden ser rotas pues seriamos tratados como niños o locos. El ajedrez es un teatro en pequeño, ese teatro de personificarse en una pieza, de sentirnos dioses al tener delante de nosotros la posibilidad de hacer o no hacer, creamos un mundo en cada partido, mundo único que no es igual a ninguno que se haya jugado antes, cada partido es una vida, y no hay dos vidas iguales: "...cuando muere una persona, muere un mundo, una visión pensante distinta a cualquier otra que haya existido en la tierra...”
Una escena Maldito el rito de los cuerpos entregados de la multitud enloquecida bendito los colores los canticos evocados el sudor regado en el campo virtuoso del deseo el beso furibundo ...
Jorge, ejecutivo que trabaja en la Bolsa de Valores (cosa que no me cabe dudad pues un día de observando la partida presencie una libreta morada con la inscripción: Bolsa de Valores Jorge Ballesteros), y cuyo lugar de trabajo se ubica apoca cuadra del lugar que nos convoca. Jorge hace ingreso al Odeón. Jorge observa, sabe que es la hora indicada, observa al encargado poner las mesas y sillas de manera lenta y con mucho cuidado pues los años ya se le han ido encima. Se da cuenta de que no ha legado mucha gente, por lo que con calma se sienta en una de las mesas, abre el diario para informarse de la gesta de su equipo de fútbol, que el día anterior le gano a su archirival por cinco goles a uno, jugando de local en el estadio nacional. Sin mediar palabras, con el lenguaje gestual y ritual, recibe la bolsa plástica que contiene el instrumento del rito, las 32 piezas de ajedrez. Otro sujeto mas viejo camina hacia el, se sienta y pone su bolso en el suelo al alcance de su piernas. No se media ninguna palabra. Se invitan solos a ordenar el instrumento lúdico y se ponen a jugar. No han pasado más de 20 minutos cuando termina el juego, el perdedor se levanta y se dirige a su destino ya trazado. Jorge ya ha salido del lugar, cuando otro ya ha ocupado su lugar. Ha terminado esa pequeña confrontación, el rito se acabo, quizás Jorge nunca recuerde su derrota ante ese desconocido, pero satisfizo su jugada del día y la perdió. Mañana sea otro día, habrá otro juego. A fin de cuentas Jorge entró en una actividad especializada, en donde existían requerimientos únicos respecto al tiempo y al lugar en el que se introdujo. Fue parte de una existencia, rodeado de elementos ilusorio, ese preciado entrar en juego, una ilusión, a un universo cerrado, convencional y especializado, con un alto grado defección y realidad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La verdad es que es un wen trabajo desde el punto de vista antropológico; ya que rescata un silencioso avatar de la ciudad... Ese avatar que nos recuerda que la lucha es diaria y que toca a cada uno de sus contertulios transitando desvergonzada la belleza del juego, del arte y el equilibrio convertido en aliento de vida.

La imagen del triunfo y el quejido de la derrota confabulan para anikilar a la desidia, la apatía y de vez en cuando a la muerte.

Cada movimiento del ajedrez, nos convierte en una pieza del universo acostumbrado a moverse. El dolor nos tiene en vigilia y la felicidad en constante trance; por ello el juego, la lucha y el dolor son acaso los únicos testigos de nuestra vida... y la desidia el úniko notario de nuestra muerte.

11:03 a. m.  

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